Pensábamos que internet nos haría felices, más felices, pero sin embargo internet está sustituyendo muchas de nuestras acciones, de nuestras relaciones mismas. Alcanza con mirar cualquier mesa de un bar, cualquier grupo de amigos donde cada uno, se halla en su propia burbuja, pegado a la pantalla, interactuando digitalmente con ‘alguien mas’.
Sólo vamos a determinados lugares si cuentan con enchufes para poder cargar nuestros teléfonos inteligentes, entramos a las casas preguntando si tienen un cargador o si pueden cargar un ratito. Exigimos cada vez baterías mas potentes para mantener nuestros teléfonos encendidos. Hicimos de la conectividad permanente una forma de vida llamada: hiperconexión.
Son muchas las nuevas patologías (enfermedades) que se escuchan día a día, las relaciones que mantenemos con nuestros dispositivos hacen que aparezcan términos como FOMO (miedo a perderse algo en las redes sociales por quedarse afuera) o Nomofobia (miedo a andar sin celular) que revelan la adicción que hace que una persona haga uso más de 150 veces de algo que lleva en el bolsillo de manera permanente cuasi desesperada claramente en comparación con alguna de esas sustancias que se trafican.
Mensajes instantáneos
Whatsapp, Telegram y otros servicios de mensajería nos dan la posibilidad de enviar textos, audios o videos a cualquier lugar del mundo. Pero no es solo eso, no todo es color de rosas, no todo es positivo, hay un precio que pagar. Y es nuestra libertad, la necesidad que hace que tengamos que estar pendientes de la próxima notificación. Basta que pasen un par de minutos para verificar si tenemos señal o si la batería entró a nivel de alerta.
Además de la privacidad y de esas cuestiones que de un día para otro dejaron de importar, lo negativo de estar conectados permanentemente al correo o a la mensajería instantánea hacen que nuestro día laboral no termine, no tenga pausas. Lo mismo ocurre con nuestra disponibilidad personal. Nunca estamos cerrados, nunca mas pudimos estar ‘fuera’.
Las redes
Las redes sociales y las notificaciones permanentes hacen que nuestras tareas se interrumpan cada 5 minutos, de día o de noche, sin importar el momento internet nos promete conectividad permanente que ni siquiera lo hubiera podido imaginar Julio Verne. En todo momento y en todo lugar las notificaciones, el doble tilde y la instantaneidad hacen que vivamos prisioneros al tener que dar una respuesta inmediata posterior a la recepción del mensaje.
Redes que alimentamos con nuestra vida para obtener un like o un me gusta. Estar pendientes del timeline de Twitter o de lo que ocurrió con las historias de Facebook hace que no podamos despegar ni un par de minutos nuestros ojos de la pantalla, nos olvidamos del mundo real. Y ni hablar de lo sangriento que puede volverse Instagram cuando de imagen se trata.
Un mundo donde todos son felices, nadie sufre, nadie vive una vida común como la mía, todos son mega estrellas felices que buscan la vidriera escalando con likes y megusta.
Resistencia
Es casi impensado en estos tiempos pero vivir sin internet sin aislarse del mundo es totalmente posible, se puede vivir desconectado o con una desconexión digital parcial y controlada.
Existen personas que pueden hacerlo, vivir la vida con la conectividad necesaria para realizar su trabajo, haciendo uso de la tecnología sin llegar a los excesos.
Algunos los consideran una tribu urbana, raros, que viven un mundo real sin necesidad de estar pendientes de la clave del WiFi o de una pantallita. Parece imposible encontrarlos, pero sin embargo cada día son más. Son llamados “los desconectados”.
Son una corriente que apareció hace algunos años y que lentamente resisten para no quedar atrapados en el adictivo mundo virtual.
Reflexionando
Que te parece si ahora, hoy, te animas a poner en estado crítico el uso que le das a internet y a las redes sociales, si analizas la forma que manejas tu tiempo y tus relaciones con tu familia y tus amigos. Te invito a hacer la prueba, quizás te sorprendes con lo que descubrís. Espero tus comentarios.
Es cierto q cada vez necesitamos la «urgencia» de responder, etc. En el trabajo trato de engancharme lo menos posible y a la noche también desconecto WiFi y datos móviles. Me ayuda dejar guardado el celular o en otra habitación para no estar tan pendiente. Muy bueno el artículo.
Es necesario poner un límite, tener domino propio o autocontrol para no caer preso de las rcosas des sociales.
Así el estar conectado no te desconecta de tu familia y principalmente no te desconcentra de las actividades diarias o de tu trabajo.
No es imposible !!
Rossana